Italia vive sumergida en una campaña electoral permanente. Sin embargo, “desde la campaña de 1994, Silvio Berlusconi lo ha revolucionado todo –comenta Cristian Vaccari que enseña Ciencias Políticas en la Universidad de Bolonia–. Según datos oficiales de la RAI, desde su debut en la arena política, Berlusconi acaparó tres veces el espacio destinado a los otros líderes en los telediarios. Eso se debe a que posee tres cadenas, pero también a que es muy bueno en quedarse en el centro de la atención. Se sale con una frase impactante o impertinente y los medios las emiten”.
Berlusconi no participa en las tertulias donde acuden los representantes de la oposición. “Quiere toda la atención para sí mismo, sólo va si está solo”, subraya Vaccari. Histórica fue la firma del contrato con los italianos (una lista de promesas electorales) que selló la campaña de 2001. Acudió como único héroe al programa de su amigo Bruno Vespa en RAI1, la cadena pública, y ganó.
En aquella ocasión rechazó el cara a cara con su rival, Francesco Rutelli, que guiaba la coalición de centro-izquierda. Los debates entre los dos mayores contrincantes no son obligatorios. En los últimos años, la decisión de Berlusconi sobre su participación ha sido determinante. “Si confía en su ventaja los evita, prefiere no arriesgarse”, asegura el professor.
En cambio, sí se somete a los duelos electorales cuando se lo juega todo. Ocurrió en 1996 y en 2006. Las dos veces perdió contra Romano Prodi. La imagen del debate de 2006 fue determinante: Berlusconi con el rostro tenso, las manos que buscan frenéticas entre los apuntes, desgrana rosarios de datos y, al otro lado, Prodi que rompe con su habitual calma y espeta “Berlusconi se agarra a los números como un borracho a una farola”. El actual Presidente del Gobierno contestó en un contexto a él más favorable, un mitin del PDL cargado de aplausos y globos azules: “No creo que los italianos sean tan gilipollas como para votar a la izquierda”.
Por efecto de la ley electoral en vigor desde 2006, las campañas suelen estar muy centralizadas y poco presentes en el territorio. “El elector no puede expresar una preferencia, escribir en la papeleta el nombre de alguien cercano y de confianza, solo puede poner la cruz sobre el símbolo del partido. Eso lleva a una fuerte personalización del debate. Lo que cuenta son los líderes”, explica Vaccari.
“Avanzan las redes sociales –añade– pero son sobre todo líderes de izquierdas que recurren a los nuevos medios. En Italia, una de cada dos personas no tiene acceso a la Red; solo una de cada cinco utiliza Internet para buscar informaciones alternativas a las que proporcionan los telediarios y la prensa. La gran mayoría son electores de izquierdas que no se conforman, buscan profundizar y sobre todo quieren participar, dar su opinión”.
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